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¿QUIÉN FUE L. RONALD HUBBARD?

L. Ronald Hubbard fue un autor, filósofo, humanitario y fundador de la religión de Scientology. Nació el 13 de marzo de 1911, en Tilden, Nebraska, y murió el 24 de enero de 1986.

Su largo y audaz camino de descubrimiento comenzó a una edad muy temprana. Bajo la tutela de su madre, una mujer con una profunda educación, leía muy por encima del nivel de su edad: Shakespeare, filosofía griega y una gama de los clásicos. Sin embargo, sus primeros años distaron mucho de ser estudiosos, y al mudarse la familia a Helena, Montana, él pronto se encontró domando potros salvajes con los mejores vaqueros locales.

Siendo un joven curioso en lo que era todavía un violento oeste norteamericano, pronto se encontró también confraternizando con los indígenas de la tribu india de los Pies Negros, aprendiendo las tradiciones y leyendas de la tribu de la mano de un curandero local, logrando así el estatus muy poco común de hermano de sangre. A los trece años de edad ya se había distinguido como el Scout Águila más joven del país, y así representó a los scouts americanos ante el entonces presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge.

Sin embargo, lo que más distinguía al joven L. Ronald Hubbard era una curiosidad insaciable, junto con un deseo innato de mejorar la condición humana.

Reconociendo esas cualidades exactas, el comandante Joseph C. Thompson, estudiante ni más ni menos que de Sigmund Freud y único oficial naval norteamericano que había estudiado psicoanálisis en Viena, introdujo al joven L. Ronald Hubbard a la teoría freudiana.

Si bien estuvo genuinamente fascinado por las posibilidades de comprender la mente humana examinándola cuidadosamente, Ronald quedó con muchas preguntas sin responder.

Cuando su padre fue asignado al Pacífico Sur como comandante de la Marina de Estados Unidos, Ronald embarcó en el primero de sus famosos viajes asiáticos. A los 19 años él ya había viajado más de cuatrocientos mil kilómetros y atravesado gran parte de China e India. Durante estos viajes, se convirtió en uno de los pocos aventureros occidentales en entrar a las lamaserías prohibidas del Tibet de las colinas occidentales de China, estudiando ni más ni menos que con el último de la línea de magos reales de la corte de Kublai Khan. Sin embargo, por muchas que fueran las maravillas que observara, no pudo sino concluir que la legendaria sabiduría del Oriente no hacía nada para aliviar el sufrimiento y la pobreza en esas tierras sobrepobladas y subdesarrolladas.

Al regresar a Estados Unidos en 1929, Ronald retomó su educación formal y se inscribió al año siguiente en la Universidad George Washington. Ahí, estudió matemáticas, ingeniería, y asistió a la primera clase americana sobre fenómenos atómicos y moleculares. Si bien no necesariamente fueran materias escogidas por él, sí fueron las disciplinas que le dieron las herramientas de investigación con las que buscar respuestas a preguntas sin resolver respecto a la mente humana y la vida. De hecho, L. Ronald Hubbard se convirtió en el primero en traer una metodología científica a las antiguas preguntas sobre la existencia.

Para complementar sus días de universidad se convirtió, también, en uno de los principales pioneros de la aviación norteamericana, y en una sensación en las exhibiciones aéreas del medio oeste americano. Al final, sin embargo, y en especial a la luz de lo que pasaba por “ciencia de la mente” en los laboratorios universitarios de psicología, no pudo más que concluir que el mundo académico occidental no tenía ninguna respuesta.

Como escribió posteriormente:

“Fue muy obvio para mí que estaba tratando con una cultura –y viviendo en ella– que sabía menos sobre la mente que la tribu más primitiva con la que jamás hubiera estado en contacto. Al saber, también, que la gente en el Oriente no era capaz de adentrarse en los enigmas de la mente de forma tan profunda y predecible como se me había hecho creer, supe que tendría que hacer mucha investigación”.

Para financiar esa investigación a lo largo de lo que entonces era la Gran Depresión, Ronald se embarcó en la primera etapa de una carrera literaria que abarcaría cincuenta años. Para mediados de la década de 1930, era uno de los escritores más leídos del legendario apogeo de la ficción popular americana. También escribió varios guiones memorables a lo largo de la era dorada de Hollywood, y todavía se le recuerda por su trabajo en varios éxitos taquilleros y una obra clásica especialmente diseñada para Clark Gable.

Pero sin perder jamás de vista su búsqueda primaria, él continuó su investigación principal con remotas expediciones a tierras primitivas. En fin, a la larga estudiaría veintiuna razas y culturas en su búsqueda de un “denominador común de la existencia” subyacente sobre el cual construir una filosofía funcional para el mejoramiento del Hombre. A principios de 1938, él aisló ese denominador común como ¡Sobrevive!

El que la supervivencia fuera una motivación clave dentro de todo ser viviente no era una idea nueva. Que toda vida estuviera fundamental y únicamente intentando sobrevivir, esto sí era completamente nuevo. Ronald presentó originalmente este descubrimiento en un manuscrito titulado “Excalibur”. A pesar de que finalmente decidió no publicar el trabajo, ya que carecía de cualquier método real de mejoría, sin embargo, fue el criterio filosófico con el que adaptó toda la investigación posterior.

Como reconocimiento a sus logros en la exploración a lo largo de esos años, en 1940 Ronald fue admitido en el famoso Club de Exploradores, figurando entre los más destacados aventureros de su época. Como resultado, todas sus expediciones subsecuentes se llevaron a cabo bajo la codiciada bandera del Club de Exploradores, casi inmediatamente, con un viaje a Alaska a finales de 1940 en el que no solamente condujo estudios de las tribus indígenas de la costa del Pacífico que representaron un punto de referencia, sino que también utilizó por primera vez un sistema de navegación de largo alcance que se utilizaría después a lo largo de todos los canales marítimos y aéreos hasta las últimas décadas del siglo veinte.

Con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, Ronald ingresó en la Marina de Estados Unidos como teniente. Sirviendo inicialmente como oficial superior de la inteligencia americana en Australia. Al regresar a Estados Unidos (como el primer americano herido en combate del Pacífico Sur), pasó a servir con distinción tanto en el Pacífico del Norte como en el Atlántico, comandando corbetas antisubmarinas y entrenando a las tripulaciones en la realización de aterrizajes anfibios. A pesar de recibir muchas medallas por sus deberes bajo fuego, estaba profundamente entristecido por la matanza e inhumanidad resultante. Por lo tanto decidió redoblar sus esfuerzos para mejorar la condición humana. En consecuencia, continuó su investigación aún durante los días más oscuros de 1943 y 1944.

Habiendo quedado parcialmente ciego y cojo por las lesiones recibidas en combate, el teniente L. Ronald Hubbard fue diagnosticado en 1945 como permanentemente incapacitado, y fue hospitalizado en Oakland, California. Para entonces, sin embargo, había desarrollado el primer método funcional de terapia mental, así como procedimientos prácticos para aliviar los traumas. Probó estos procedimientos en antiguos prisioneros de guerra que, a pesar de haber recibido tratamiento médico intensivo, no habían recuperado su salud. Empleando las primeras técnicas de Dianética para eliminar los “bloqueos mentales” que inhiben la respuesta a la medicina, todos a los que Ronald trató se recuperaron rápida y extraordinariamente. Utilizando los mismos procedimientos, también él recuperó su salud, para consternación de sus médicos.

Restablecida la paz, Ronald se propuso hacer pruebas adicionales de la funcionalidad de Dianética entre centenares de personas de todas las condiciones sociales. Tras una depuración continua en ese “laboratorio de la vida real”, preparó un ensayo detallando tanto la teoría subyacente como las técnicas. Ese ensayo fue Dianética: La Tesis Original. Inicialmente se distribuyeron copias del manuscrito a círculos médicos y científicos. Casi de inmediato y con mucho entusiasmo esas copias fueron vueltas a copiar y pasadas a otros, hasta que la Tesis Original de Ronald estaba literalmente circulando por todo el mundo.

Para hacer frente al verdadero diluvio de preguntas de los lectores, a Ronald se le instó a escribir un texto definitivo sobre el tema. Como respuesta, comenzó a trabajar en Dianética: El Poder del Pensamiento sobre el Cuerpo, primer texto comprensible jamás escrito sobre la mente humana y la vida. Publicado el 9 de mayo de 1950, la obra llegó inmediatamente a la cima de la lista de best-séllers del Nueva York Times, y dio origen a unos 750 grupos de Dianética de costa a costa en los Estados Unidos. Inspiró, adicionalmente, a la formación de Fundaciones de Dianética en seis ciudades norteamericanas para facilitar el progreso de Ronald en el tema.

Dicho progreso fue rápido, metódico y por lo menos tan revelador como lo que lo había precedido. Porque partiendo del último capítulo de Dianética, donde Ronald escribió acerca de planes para continuar con una “mayor investigación de la fuerza vital”, pronto se encontró investigando una evidencia creciente de que esta fuerza vital era intrínsicamente espiritual y se extendía más allá de una sola vida. Así es, como él lo expreso:

“Según se desarrolla, Dianética parece más y más potencialmente capaz, de llegar a establecer contacto con el alma humana, que a menudo ha sido postulada pero que nunca se ha sentido, medido y experimentado por completo”.

La declaración demostró ser completamente veraz, y mediante una mayor investigación a lo largo de 1951 y 1952, Ronald efectivamente contactó, midió y proporcionó un medio para experimentar el alma humana. Así nació la religión de Scientology, como “el estudio y manejo del espíritu en relación consigo mismo, los universos y otros seres vivos”.

A lo largo de los años finales de la década de 1950, Ronald continuó ahondando cada vez más en la naturaleza y potencial del espíritu, documentando sus hallazgos en conferencias grabadas, emisiones técnicas, artículos y libros. Conforme aumentaba proporcionalmente la comunidad de scientologists, se abrían Iglesias de Scientology a lo largo de Estados Unidos, Europa, Australia y Sudáfrica. En consecuencia, Ronald supervisaba el crecimiento mundial de Scientology a la vez que trabajaba con el fin de organizar sistemáticamente una ruta exacta y estándar por la que las personas pudieran ascender a niveles más altos de consciencia.

Y aún, como Scientology abarca la totalidad de la vida, al final no hay ningún aspecto de la existencia humana que el trabajo posterior de L. Ronald Hubbard no haya abordado. Residiendo en Gran Bretaña, luego a bordo de un buque de investigación en el Mediterráneo, el Atlántico y el Caribe antes de regresar a Estados Unidos, se basó en el cuerpo principal de procedimientos de Scientology para desarrollar una serie de tecnologías de mejoramiento social. A saber:

  • Los procedimientos de L. Ronald Hubbard para la rehabilitación de las drogas se utilizan actualmente en unas 50 naciones. Ellos han demostrado ser cinco veces más eficaces que cualquier otro programa similar destinado para eso.

  • Su programa para la reforma criminal actualmente esta en funcionamiento en más de 2.000 prisiones y establecimientos penales a nivel internacional y ha producido una reducción del 80 por ciento en reincidencia.

  • Su tecnología para el aprendizaje y alfabetización es entregada a través de más de 70 países.

  • El aclamado código moral universal y guía para vivir mejor, El Camino a la Felicidad, es no religioso y apela únicamente al sentido común. Se ha comprobado estadísticamente eficaz para revertirla tendencia a la declinación moral de comunidades enteras, con alrededor de 100 millones de copias distribuidas en más de 90 idiomas en más de 150 naciones.

Pero, por supuesto, la gran historia de L. Ronald Hubbard solo podía concluir al completar su investigación principal. Antes de morir en 1986, organizó sistemáticamente todos los materiales de Dianética y Scientology para que pudieran aplicarse a lo largo de cada nivel de la sociedad, y para alcanzar las máximas alturas espirituales.

Hoy, esos materiales comprenden decenas de millones de palabras publicadas, conferencias grabadas y películas. Con más de 250 millones de copias de sus obras en circulación, L. Ronald Hubbard ha inspirado un movimiento de millones de personas que abarca todos los continentes.

Como testimonio a la funcionalidad de su legado están los milagros de su tecnología, y sus millones de amigos por todo el mundo que llevan adelante ese legado. Ambos continúan creciendo cada día que pasa y reafirman, por otro lado, lo que Ronald declaró en su propio ensayo “Mi filosofía”:

“Me gusta ayudar a los demás, y considero como mi mayor placer en la vida el ver a alguien liberarse de las sombras que oscurecen sus días.

“Esas sombras se ven tan densas para él y le abruman tanto que cuando descubre que son sombras y que puede ver y caminar a través de ellas y regresar al sol, se encuentra enormemente complacido. Y me temo que yo me siento tan dichoso como él”.